Esas tus hábiles y diestras manos esculpían
Una nueva obra cumbre,
otra obra distinta al hombre
que hiciste de mí, algún día.
A medida que moldeabas la arcilla
Les decías lo mismo que a mí, en clases,
Los mismos consejos, las mismas frases,
Y los mismos resondrones, por palomilla.
De pronto se crispan tus manos:
Un rayo de dolor azota tu noble corazón;
Cambia tu rostro, sufres … paran tus manos,
Y fulminada caes con mirada de inmenso amor.
Y tu nueva obra recién empezada,
Llora tu desaparición, extraña tus manos,
Tus sabias palabras, tus consejos:
Y tu obra, inconclusa queda.
Y yo, quien también soy obra tuya,
Obra con amor y dolor concluida,
Lloro también tu ausencia, y me prometo
Que algún día continuaré la obra tuya.
Pasan los años: soy un hombre de saber,
De pronto el recuerdo tuyo en mi mente …
Surge y se enciende una luz simiente:
¡Por qué no volver a cumplir con mi deber?
Y … ¡Oh, sorpresa feliz al encontrar
Ya joven generación forjada en brega
Impulsada por tus manos labriegas
Y casi a punto de retirar!
Gratos recuerdos invaden mi mente
Al pisar de nuevo el patio de mi niñez,
Y aspirar su aire; y honda tristeza a la vez
Cuando veo mi solitaria aula, en la que ya estás ausente.
Pero … ¡Qué felicidad la mía, tu alumno diestro,
Al cumplir lo que tanto soñé:
Volver al aula en donde me forjé.
Y de tus alumnos … ¡Ahora ser su maestro!
NOTA: Este poema aún inédito lo escribí para nuestra maestra Marina Landa de Valladares, en 1990, cuando ingresé a laborar al San Fabián como profesor de Lengua y Literatura, llegando a ser profesor de los alumnos quienes ya culminaban su quinto de secundaria, y enterado que fueron ellos quienes de muy pequeños, perdieron a Miss Marina como su maestra vigente, hecho que me inspiró a escribirle estas líneas en reconocido homenaje a su memoria, y a quien jamás olvidaré.
PD.: Este poema hice aprender a mis alumnos del Primero de Secundaria de 1990, y la mejor de todas, salió a declamarlo en público con motivo de la actuación por el Día del Maestro, en dicho año.