jueves, 23 de enero de 2014
Sandro, diestro declamador
Allá por 1975 aproximadamente, llegaron a nuestra aula dos nuevos hermanitos: Sandro y Kathia Edith Guerrero Vilcara.
A diferencia de su hermanita, quien era muy seria y callada, Sandro era un niño locuaz, inquieto, amiguero, juguetón, pero a la vez muy educado y aplicado en sus estudios.
Muy pulcro en su vestir, el pequeño Sandro tenía una prodigiosa memoria, que cuando respondía a las preguntas de Miss Marina en el examen oral que nos tomaba poniéndonos de pie, Sandro tenía una rápida respuesta a cada pregunta formulada, contestando con mucha solvencia y naturalidad, sin dudar ni tartamudear, muy seguro, incluso gesticulaba con sus manos mientras hablaba, característica poco usual en niños de su edad y para aquella época, demostrando que estaba preparado y venía estudiando para el examen. Recuerdo que de pie, respondió inmediatamente la pregunta de Miss Marina:
- A ver Sandro, dime: ¿cuáles son las clases de hojas, según sus bordes?
Sandro, poniéndose de pie, respondió sin titubear:
- Las clases de hojas son: lanceoladas, acorazonadas, arriñonadas, aserradas, dentadas, y palmadas, ... -dijo mientras que con su índice derecho señalaba la palma de su mano izquierda que mantenía abierta y levemente inclinada hacia atrás.
Era bromista y asimilaba bromas; no era necesario ponerle un sobrenombre, él mismo se reía de sí mismo, burlándose de su propio apellido cuando nos decía:
-Soy Sandro Guerrero Vilcara, el hombre sin cara, jajajajajaja- se reía.
Recuerdo un día a la hora del recreo, un grupo de niños de nuestra aula estábamos en el patio, sentados al lado del muro del fondo del colegio; y mientras conversábamos, el gordito Yuri Cuevas Maldonado comía una mandarina. De pronto, un trozo de mandarina rodó por el suelo de cemento. Yuri inmediatamente se agachó, lo recogió, y sin limpiarlo se lo introdujo a la boca, comiéndoselo. La reacción del pequeño Sandro, no se dejó esperar:
-Oye, cochino, por eso eres gordo pues, puro microbios nomás!!!
JAJAJAJA reímos todos, mientras el gordo nos miraba muy serio pero sin dejar de masticar.
Cuando Miss Marina nos mandó a memorizar el poema “A COCACHOS APRENDÍ” de Nicomedes Santa Cruz, todos nos esmeramos por aprenderlo. La Miss nos dijo que el mejor iba a ser escogido para salir al frente y declamarlo durante la actuación por el Día del Maestro. Por eso, en mi casa, ensayé mucho; cerraba mi cuaderno para no ver sus letras mientras lo repasaba. Pese a la bulla del llanto de mi hermanito menor, y no obstante los gritos de mi madre que decía “ya, apaga la luz, acuéstate que te vas a quedar dormido”, yo continuaba repasando el poema. En mi mente crecía la esperanza de ser elegido para declamarlo en la actuación por el día el Maestro, ya me veía ovacionado por todos y alzando mis brazos de triunfo frente a todos los niños del colegio que me aplaudían efusivamente de pie, mientras Miss Marina, orgullosa de mí, con sus enormes anteojos oscuros me miraba sonriente y también de pie, me aplaudía.
Llegó el día del examen de declamación. La Maestra nos sacó al frente del aula, uno por uno, en orden. Algunos titubeaban, otros se trababan y necesitaban una ayudita para continuar. Pero cuando salió Sandro, y lo declamó, lo hizo con tal maestría y destreza que nos dejó absortos a todos. Sus amplios movimientos de manos y brazos, los gestos de su rostro y su natural desplazamiento en el escenario, no sólo demostró un gran dominio de escena, sino además dieron vida real al personaje que representaba.
Cuando me tocó salir al frente, sentí que no podía igualar a Sandro. Tenía un poco de vergüenza que me vean gesticulando, sentía que todos me miraban, los nervios comenzaban a apoderarse de mí, veía nublado ... y todo mi esfuerzo y sueño de declamar ese poema el público, poco a poco se desvaneció.
Llegó el día del Maestro. La Miss Marina ultimaba los ensayos en aula, mientras que los demás, esperábamos de pie en el patio a que salieran quienes iban a actuar. De pronto, por el micrófono anunciaron:
-A continuaciooón, tenemos el poema “A COCACHOS APRENDÍ” que será recitado por el alumnoooo Sandrooo Guerrerooo Vilcaraaa, del Cuarto Añooo. Lo recibimos con un fuerte aplausooooo ...
Todo aplaudimos. Yo miraba cómo Sandro salió al frente. El patio estaba repleto de gente, entre alumnos, profesores y padres de familia. De pronto, dio un paso hacia adelante, se puso firme, saludó al público y comenzó:
A COCACHOS APRENDÍ,
MI LABOR DE COLEGIAL,
EN EL COLEGIO FISCAL
DEL BARRIO EN DONDE NACÍ ...
Todo el colegio quedó paralizado. Sandro, con gran maestría a sus escasos 10 añitos, se había apoderado de toda la atención del auditorio, que en profundo silencio mirábamos perplejos semejante declamación. Lo decía con tanta inspiración, con tanta emotividad, con sus palabras firmes, potentes, sus manos crispadas dirigiéndose hacia su propia cabeza, para representar el cocacho, y abiertas para representar la palmeta, o ambas manos acercando a su cabeza para decir “era raro en mi niñez”; su dedo índice señalándonos a nosotros, como los niños que alcanzamos el nombre egregio, entre otros, que por un momento hasta parecía que era realmente él aquel niño del guardapolvo blanco de costalitos de harina, en quien Nicomedes Santa Cruz se habría inspirado.
Aplausos. Efusivos y prolongados aplausos, cuando culminó. Todos, absolutamente todos, aplaudíamos de pie, lo ovacionábamos con mucha fuerza, nos sentíamos orgullosos de nuestro pequeño amigo Sandro, con su declamación le habíamos ganado incluso ¡a los del quinto año de primaria!. Ese era nuestro Sandro, era nuestro, y luego de su leve inclinación de respetuoso agradecimiento, se retiró raudo, mientras nosotros corrimos detrás suyo para darle una palmada en su espalda. La Miss Marina, no se había equivocado al escogerlo. Había elegido al mejor, y creo firmemente, que luego de esa declamación, y luego de haber formado a varias generaciones de alumnos en el curso de Lengua y Literatura, no he visto hasta hoy a otro niño, de esa misma edad, declamar con la maestría y destreza con que Sandro nos impresionó a todos los presentes aquella mañana de 1977.
SJL, miércoles 22 enero del 2014.
Gustavo Alberto Real Macedo.
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