PETRÓLEO
“¿Qué? ¿Qué? No te me achores, ah!” (no te me pegues buscando pelea), “¡No te me malees, ah!” (no me busques pelea), “¡Eres prendido!” (buscas pelea), “¡Arrecochínate!” (arrímate), “¡Ya, salpica, salpica!” (sal de acá), “¡Chuña!”, “¡Chuñalada!” (interjecciones de admiración), “Yara, Yara” o “Guarda, Guarda” (¡Cuidado!), eran algunas replanas que aprendí cuando cursaba el nivel primario en el colegio San Fabián, de Maranga, San Miguel, y que comenzó a difundirse entre todos nuestros compañeros. Pero no fue obra de Miss Marina, sino las frases y palabras que repetía nuestro recordado amigo de la infancia Carlos Enrique Rodríguez Gómez, allá por los años 1976 ó 1977, y que todos copiamos y repetimos por algún tiempo.
La Miss Marina, muy molesta, nos llamaba constantemente la atención por el uso y abuso de los apodos y las replanas: ¡Ay, este Carlos!, ¡Manuel, no pongan sobrenombres!!! O a veces nos decía: “¡¡¡Esas palabrotas!!!”, cuando por allí se nos deslizaba alguna lisura.
“Carlos Gómez”, como lo llamábamos, era un muchacho alto, delgado, oscuro, de cabellos negros e hirsutos, de camisa blanca suelta, jodido, busca bronca; lo recuerdo “empechando” a algunos compañeros del aula y de años superiores, incluso; no les tenía miedo, ni al enorme Vlady Cuevas Maldonado, hermano mayor de Yuri Cuevas, a quien valientemente lo enfrentaba pese a su superioridad y colosal aspecto, se le “prendía”, lo trabajaba “a la boquilla” y generaba conatos de bronca en el recreo y en los partidos de fútbol, y siempre salía victorioso. Y así como él ponía apodos burlescos, también alguien lo bautizó como “PETRÓLEO”.
Su voz era muy gruesa para su edad, de timbre alto y jergoso, que cuando hablaba se escuchaba en todo el aula y fuera de ella, lo que motivaba que la Miss Marina lo resondre constantemente: ¡Carlos, ese vozarrón!, ¡Tu voz se escucha hasta la plaza!!!
Un día recuerdo que, a la hora del examen todos guardábamos silencio. De pronto un murmullo se escuchaba desde el fondo del aula: era la voz de Carlos Rodríguez, pidiendo que le “soplen” una respuesta, y que por más bajo que pretendía hablar, se oía su ya famosa voz gruesa.
Entonces, Miss Marina, al oír su voz, le recriminó:
- ¡CAAARLOS, ESE VOZARROOOOÓN, SE ESCUCHA FUERTE, PARECE EL SONIDO DEL AGUA HIRVIENDO!!!
- JAJAJAJAJA ...
Todos estallamos en risa.
En una oportunidad, recuerdo que me regaló un talonario de facturas que decían “Good Year”. Estaban en blanco, por llenar, y dirigiéndose a mí, me dijo: “Gustavo, ¿quieres una bicicleta? Te voy a dar esto, pones aquí tu nombre y tu dirección y te regalan una”. Y me entregó todo un talonario completo de cien facturas en blanco, sin llenar.
Yo sentí la erizante emoción de alegría de un niño por la enorme bondad de nuestro amigo. Me quedé pensativo, al menos Carlos no era tan malo y agresivo como parecía, tenía su lado bueno y era protector de los niños más pequeños y débiles.
Llegué a mi casa, y lo llené con mi nombre y dirección. Y me di cuenta que habían cien facturas. Mi emoción era inmensa al saber que podría reclamar ... hasta 100 bicicletas!!!
Sin embargo, cuando le conté a mi madre lo ocurrido y le pregunté adónde podría ir para recoger mis bicicletas, fue un desaire: Eran simples papeles, sin valor alguno, referidas a venta de llantas para autos, y si quería una bicicleta, tenía que comprarme una, o pedir a Papá Noel que me traiga una, previamente portarme bien, traer buenas notas y esperar hasta el mes de ... diciembre!!!
No era burla, pues Carlos también era un niño como yo, quien en su inocencia hizo una obra de bien, para hacer feliz a otro niño. Guardé dichas facturas por mucho tiempo, no comprendía para qué servían, era la primera vez en mi vida que había leído esa palabra; años después, cuando cursaba educación secundaria, lo encontré entre mis cosas viejas, se lo regalé a mi hermana mayor como “block”, acabando destrozado por mi travieso hermanito menor.
Carlos se fue -al parecer- al “Bartolo” (Colegio Bartolomé Herrera de San Miguel) como anunciaba, jamás lo volví a ver. Pero hoy, 37 años después, acabo de contactarlo, trabaja y es jefe de familia, y estará con nosotros en el homenaje a Miss Marina, quien desde el cielo lo mirará con ojos amorosos como a uno de sus pequeños hijos, y quizás desde allí lo vuelva a resondrar:
- ¡¡¡CARLOOOS, ESE VOZARROOOOÓN!!!
Gustavo Real Macedo.
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